viernes, 25 de abril de 2014

Zayif (La Ciudad Roja)

Zayif es una enorme ciudad que cuenta con casi 100.000 habitantes hacinados, una población enorme, y mucho más si lo comparamos con el resto de ciudades de alrededor, ya que ninguna llega a la mitad de esa población ni de lejos. Toda la ciudad está rodeada por una gran muralla, pero debido a su rápido crecimiento ya hay varios arrabales pegados a la misma que, paradójicamente son más saludables que la ciudad, aunque ni de lejos tan seguros (y eso ya es decir en una ciudad en la que te pueden apuñalar en cualquier momento). Es frecuente que cada arrabal pertenezca a una pequeña tribu quese haya mudado a Zayif con la desgracia a las espaldas o que sean barrios de descastados. El comercio ilegal en ellos está a la orden del día. La muralla cuenta con tres grandes puertas (una por cada camino que sale de ella) muy bien defendidas y que sirven tanto para proteger a la ciudad de Zayif como para controlar la gente que entra y sale... y sobre todo, sus mercancías, aunque la corrupción de la Milicia del Sultanato es tan profunda que no cuesta nada saltárselo. Se podría decir que la ciudad se divide en barrios, pero en realidad lo hace en tribus de zayifios que deciden asentarse en los mismos lugares, sobre todo en la misma calle. Por lo tanto hoy por hoy la división de la ciudad se hace por calles. Las calles más emblemáticas de Zayif son la de los Hijos del Cuervo, famosos por su acero, la de los Portadores del Fuego y la de los Arañas Negras, donde abundan las torres. Aun así sí que hay algunas zonas que son especialmente relevantes y tienen cierta autonomía política fuera del sistema de tribus. Estas son la Plaza de los Templos, los cultos de asesinos y espías (entre los que destacan la Torre de las Mil Dagas), los Baños de los gimnosofistas, el Circulo y la Calle de la Seda. Aún así todas estas zonas y las calles principales tienen algo en común: acaban por desembocar en el Palacio del Sultán, el tremendo edificio que dirige el futuro de Zayif.


Calles de Zayif

Pasear por Zayif puede ser una experiencia maravillosa o terrible, depende mucho de en qué calles te sepas meter. Cada tribu se dedica a sus propios negocios y cuidan de su propia gente, por eso en Zayif solo los descastados y extranjeros son mendigos. Además velan celosamente por su territorio y muchas no dudan en cobrar peaje a aquellos que quieren cruzar sus calles y construir edificios impresionantes para marcar sus límites. Las calles principales de Zayif, aquellas que acaban desembocando en el Palacio, son anchas y aunque suelen estar abarrotadas de gente el tráfico es fluido y los ladrones discretos. Suele haber pequeñas plazas alrededor de estas calles donde la tribu que domina la calle hace sus negocios a pie de calle. En ellas rara vez se posicionan vendedores ambulantes, charlatanes, predicadores y demás, pues las tribus rara vez lo consienten. Para ello tienen la Plaza de los Templos, cosa que no parece competir con el culto. Por las noches estas calles no están iluminadas aunque cuentan con un fuerte cuerpo de guardia que las mantienen seguras y que provee la propia tribu, ya que rara vez confían en la milicia ciudadana. Esto crea todo tipo de problemas de jurisdicción. Conforme nos alejamos de las calles principales los callejones y vías de la ciudad se hacen cada vez más pequeños y estrechos (correspondiéndose con el poder de la tribu que los habita), hasta llegar al punto de que solo haya pequeñas callejuelas donde apenas dos personas pueden cruzarse. Estas zonas alejadas de las principales suelen contar con un control mucho menor, lo que las convierte en proclives para la criminalidad y todo tipo de actividades censurables o directamente prohibidas que a menudo practican incluso sus propios dueños tribales o al menos se hacen con su consentimiento más o menos tácito. Pasear por estas calles secundarias (o más bien terciarias) de noche es una locura... a no ser que sepas lo que estás haciendo.

La Plaza de los Templos 

Cerca del Palacio está la más impresionante de todas las construcciones de Zayif: la Casa del Lamento. Fue creada como casa del demonio crustáceo Jaach Nur de los Mil Vástagos y también pasó a simbolizar la unión de los que más tarde se pasarían a llamar Zayifios, porque nada une más que la magia diabolizante. Esta construcción es la más antigua realizada por el hombre en Zayif, y también de las más espectaculares. Es una inmensa cúpula que se alza sobre un entramado de túneles y cavernas naturales aún mayor. De su interior salen horriblemente amplificados los impíos cantos de los fieles de Jaach Nur, que cantan día y noche. Aunque la entrada a las cámaras de adoración no está prohibida, pocos que no pertenezcan al culto entran en ella si no son fanáticos y los fanáticos suelen unirse al culto. Alrededor de este templo creció toda la ciudad, aunque más tarde el centro se transpasó al Palacio. Lo que antaño era la plaza central la ciudad es hoy una enorme plaza rodeada por los templos de los dioses de las tribus más poderosas de la ciudad (en efecto, cada tribu tiene uno o más dioses a los que favorece especialmente y luchan de forma acérrima para que tengan un puesto en plena plaza, por lo que no es infrecuente que un templo cambie de manos con un giro en el poder, a veces familias enfrentadas erigen templos al mismo dios que compiten). En pequeñas calles secundarias que llevan a la plaza se agolpan los templos de dvinidades sin una familia poderosa, a divinidades extranjeras, e incluso no humanas, pero su importancia y majestuosidad es mucho menor. Una particularidad de los templos zayifios autóctonos es que sus sacerdotes y monjes viven en ellos, por lo que esta Plaza es también el punto de reunión de todos los clérigos de la ciudad, lo cual hace que tenga un peso político importantísimo. Además de eso la plaza actúa como lugar de celebración de mercados y ferias, por lo que suele estar también abarrotada por motivos poco píos que no parecen molestar a los por lo general bien alimentados sacerdotes. Esto pone de los nervios a los adoradores de Yaldabaoth, que no dejan de criticar la corrupción del clero de las deidades tradicionales zayifias (Yaldabaoth no lo es, sino que empezó como un culto mistérico en ultramar).

La Casa de Baños 

Una de las calles que sale de la Plaza de los Templos conduce directamente a una puerta enorme que cierra totalmente el paso, vigilada por dos esfinges de piedra. Más allá de esta puerta se encuentra la casa de baños de Zayif, vale que tiene muchas más, pero esta es LA casa, uno de los centros de saber más importantes del mundo conocido. Los baños se comen un buen trozo del espacio de la ciudad y se puede decir que es una 'ciudad dentro de la ciudad', con sus propias callejuelas, capillas e incluso un mercado propio, aunque más bien pequeño. Aunque hay aulas y bibliotecas, el alma de la universidad son los distintos edificios dedicados a saunas y piscinas donde los filósofos ascéticos y desnudos discuten frecuentemente sobre todo tipo de asuntos e intercambian saber. Pero pocos de estos gimnosofistas pasan más que algunos años de su existencia aprendiendo los rudimentos básicos de la escritura, las finanzas y la medicina (normalmente bajo la vigilancia de un mentor mayor del que aprende además... otras cosas de hombres) para poder trabajar como consejeros y preceptores, solo unos pocos dedican toda su vida a la búsqueda del saber y el conocimiento. Los gimnosofistas tienen un fuero especial que aunque les hace ser parte de Zayif, también les convierte en una especie de ciudadanos aparte, con más derechos y privilegios que el zayifio medio en base a cuestiones prácticas, religiosas e históricas. Los gimnosofistas han acabado por monopolizar grandes partes de la administración de la ciudad y las grandes tribus, por lo que saben que es mejor tenerlos contentos. La parte mala de esto es que algunos gimnosofistas se amparan en estos derechos para comportarse como verdaderos criminales y salir así libres, algo que tanto el Sultán como el Consejo de Sabios que dirige la casa de baños intentan evitar a toda costa.

La Torre de las Mil Dagas (y otros cultos de asesinos)

No demasiado lejos del Palacio se encuentra un edificio que compite con la Casa del Lamento en horror: la Torre de las Mil Dagas. Una enorme torre de varios pisos rodeada por un muro y que cuenta en sus patios con muchos edificios diferentes, desde laboratorios a herrerías. La Torre es un lugar de estudio y saber bastante más antiguo que la Casa de Baños (ya que esta última apenas cuenta con 200 años de historia), pero sus caminos se centran en ámbitos muy diferentes. La Torre entrena en las artes de la muerte, el espionaje y otros quehaceres discretos y mal vistos a aquellos lo bastante hábiles y entre sus aprendices se encuentran gentes de todas las clases sociales: campesinos, nobles, gimnosofistas, sacerdotes o incluso extranjeros recogidos de muy niños por los buscadores del culto. Los estudiantes de la Academia son muy valorados debido a sus dotes de vital importancia para la política de Zayif a todos los niveles, y aunque no tienen los derechos especiales de los gimnosofistas todos saben que meterse con un asesino de las Mil Dagas es muy mala idea... Todo el mundo sabe tratar con cordialidad a alguien que puede matar a treinta y dos hombres en el tiempo que una doncella canta una canción de amor despechado. Los asesinos de la torre tienen sus pequeñas células por todas las ciudades de Zayif, que normalmente usa el Sultán para mantener su autoridad (si es que otra cosa no es más provechosa para los asesinos) aunque todas dependen en última instancia de la propia Torre. Pero la Torre de las Mil Dagas solo es el culto de asesinos mejor conocido, existen muchos otros que, aunque son de menor capacidad y habilidad, son más accesibles a aquellos que necesitan una puñalada rápida que parezca un accidente... o que mande un mensaje. Por eso en la ciudad hay que andarse con mil ojos.

Las artes tradicionales zayifias del asesinato se dividen en cinco vías: la cobra, el escorpión, la araña, el ciempiés y el sapo. Pocos dominan más de dos.

El Anillo

Justo al entrar en Zayif por cualquiera de sus tres puertas, en el espacio entre sus dobles murallas, nos encontramos un barrio que circunda toda la ciudad. Este barrio cuenta con establos y lugares donde descargar mercancía ya que los animales de carga y tiro no pueden circular por la ciudad de día ya que es cuando las distintas tribus tienen permitido cobrar impuestos por su tránsito (excepto en casos muy particulares), lo que hace las noches tremendamente ruidosas. Estos barrios son conocidos como el Anillo y son básicamente los almacenes y registros de la ciudad. No tenemos que confundir estos barrios con aquellos en los que viven los mercaderes, ya que los señores del comercio no vivirían nunca en un lugar tan ajetreado y caótico. Pero aquí tienen sus representaciones todas las tribus de la ciudad que se dedican al comercio (las casas comerciales del extranjero no son frecuentes, pues suelen hacer sus negocios en Dragón de Piedra) y no es raro ver grupos de guardias contratados (conocidos también como mercenarios bien vestidos o, de forma despectiva, matones con botas de oro) vigilando según qué lugares. Y no es de extrañar, pues no son nada infrecuentes los robos y sabotajes entre tribus que intentan hacerse mutuamente la puñeta y también los hurtos por parte de aquellos que ven en las mercancías de los almacenes una forma rápida de hacerse ricos. Además en el Anillo se encuentran los cuarteles de la Milicia del Sultanato y están preparados para defender la ciudad de forma efectiva en caso de asedio. No exactamente en el Anillo —pero bien cerca, en los arrabales que rodean las puertas— se encuentran los barrios donde la mayoría de extranjeros acaban viviendo. Hay varios barrios de norteños y de hombres del este, también de enanos, muy preciados por su capacidad como porteadores e incluso un pequeño barrio de gnols que también aquí trabajan como guardias.

La Calle de la Seda 

La calle de la Seda es la más divertida de todas las calles de Zayif y, pese a su nombre, realmente es un barrio cercado con solidos muros por motivos legales más que nada. Aquí se encuentran los lugares de más baja estofa de la ciudad: tabernas, innumerables prostíbulos, teatros, pozos de lucha... La Milicia del Sultanato vigila este barrio día y noche por los frecuentes altercados que en él se producen y porque suele ser foco de revueltas. Una pequeña plaza de este barrio es conocida como la Plaza de las Maravillas, un lugar donde se venden las más extrañas (y caras) maravillas jamás vistas, entre ellas todo tipo de sustancias traídas del este, obras de arte lividinoso, esclavos de placer, animales exóticos y todo ese tipo de cosas que los sacerdotes condenan desde sus púlpitos sin demasiado ímpetu. Es también en este barrio donde Svarappa Hoekk, príncipe exiliado de Shitar, y su pequeña corte de gentes negras como el ébano tienen su pequeña embajada (si acaso se le puede llamar así) y aquí se juntan todos aquellos que planean acompañar al príncipe al sur cuando el Sultán le preste las dos o tres galeras de guerra que asegura necesitar para retomar su patria.

El Palacio del Sultán 

Pese a que la Casa del Lamento es el edificio más majestuoso de Zayif, y la Torre de las Mil Dagas el más alto, se podría decir que el Palacio, la Mansión Dorada, es el más impresionante. Esta plaza octogonal cuenta con ocho calles que entran en ella, y en su centro está el edificio del palacio (con su fachada cubierta de bajorrelieves que narran la gloria del Sultanato), que cuenta con cuatro pisos repletos de oficinas donde se debaten todas las cuestiones referentes al gobierno. El Gobierno de Zayif es llamado a su vez el Sultanato, y es una especie de República aristocrática. En el pasado, cuando las diferentes tribus del Valle y la Jungla se juntaron, nunca llegaron a aceptar un único rey, estaban demasiado divididas. Por ello se acabó creando el puesto del Sultán, escogido de entre los aristócratas del Consejo de los Ocho, formado por los líderes de las ocho tribus más importantes. El trabajo del Sultán es mayormente representativo y de líder militar, quedando los demás quehaceres en manos del Consejo. Hoy por hoy el Gobierno está formado por el Consejo de los Ocho (la cámara pequeña), y el Senado (la gran cámara), un grupo de más de cien 'hombres notables' de la ciudad que hacen de contrapeso al poder de los electores y se dedican a otros asuntos como política exterior. Por debajo de las dos cámaras hay una enorme cantidad de contables, notarios, administradores y delegados que forman una extensa burocracia corrputa hasta la médula en la que nada funciona si no se engrasa con generosos sobornos, los empleados públicos intentan mantenerse en cargos muy bajos para que así tengan más relación con el público y obtener un mayor... sobresueldo. No sobornar a un funcionario se considera de mala educación, pero es de peor educación aún reconocer que el soborno se practica por lo que los extranjeros suelen tenerlo crudo, especialmente si los encarcelan y los condenan a penas exageradas que cualquier ciudadano que conozca el sistema sabe sortear. El cargo de Consejero es vitalicio, y en el momento que uno de ellos muere, los otros siete eligen a otro noble que le sucederá, siempre perteneciente a las familias más poderosas del lugar. No es raro que ciertas familias tengan prisa por dejar un puesto vacante... El cargo de Senador, en cambio, sólo tiene una validez de dos años, pero cuando el Consejo se disuelve los Electores acceden a que se celebren una especie de elecciones donde todos los 'hombres notables' de la ciudad (generalmente los líderes de cualquier tribu, comerciantes enriquecidos y clérigos de alto rango) e incluso algunos de fuera (como los más importantes personajes de Dragón de Piedra o Asiento de Bruja) escogen sus representantes en el Senado. En estos momentos la ciudad se convierte en un festival perpetuo las dos semanas que se permite hacer campaña, con todos los candidatos haciendo lo que sea para ganar votos hasta del último cabecilla de la última tribu. Esta forma de gobierno se ha mantenido con muy pocos cambios desde que fue así creada y mientras Zayif sea un país pequeño seguramente seguirá funcionando bastante bien.

Gracias por leerme. Valmar Cerenor!

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