martes, 7 de febrero de 2012

La leyenda de San Marcial

Si escribir para Ablaneda es un reto, vamos a por el más difícil todavía. ¿Qué tal un romance que cuente una vieja leyenda de los primeros días del Condado...?


Vengan a mí, buenas gentes,
no desoigan mi trovar
pues en él verse bien puede
la gesta de San Marcial,
que siempre en su vida fue          5
hombre de tal calidad
que a enemigos antiguos
aún miedo y pavor da
su ira y saña. Mas fue santo,
al cabo, por su bondad.            10
Él a Ablaneda llegó,
aqueste fiero lugar,
y era vulgar, no señor,
mas sí era hombre caüdal.
Familia traía, no chica,              15
cuando vino a se asentar,
fijos fuertes y criados
con brazos para labrar.
Hacendosas las muyeres
y con virtud que guardar.          20
Al píe de los altos montes
cediole el rey potestad
para roturar la tierra
y hacerla de su heredad
por ser él sin duda digno           25
y su alteza liberal.
Mas en liza la defiende
si la quiere conservar.
Una sierpe descansa
donde Marcial va posar.           30
Su boca vierte ponzoña
que envenena el lugar.
Ya no crece la verdura.
El suelo perdida ha
la color y la blandura.               35
Tamaña era la maldad
del monstrüo y su pecado.
Ya solo había pesar
en el ánimo de aquellos
que seguían a Marcial.              40
Pero él no desfalleció
y allí ordenó hornear pan
lleno de agujas punzantes
con el último costal.
Las mujeres lo amasan              45
el fuego aviva tenaz
con la fuerza de sus brazos
el mismo Santo Marcial.
Cuando estuvo terminado
aquel bocado mortal                 50
los hombres así lo toman
y a la sierpe ge lo dan.
Esta lo traga, golosa,
y sin nada sospechar,
atraída por la sangre                 55
de mujer, que al amasar,
por causa de las agujas,
vino a mezclar con el pan.
Caro le sale el almuerzo
a la bestia tan audaz                  60
pues en su tripa pronto hierve
aquel nefasto manjar.
Muerta cae la sïerpe
los hombres, a celebrar.
En aqueste prado umbroso,      65
su gran hogar alzará,
al pie de montañas malas,
no buenas, como sabrán:
habitadas de salvajes
que ojancos se hacen llamar.     70
Enormes, de ojos solo uno,
menos hombre que animal;
la altura la de una casa,
y el apetito voraz.
Gustan de sangre de siervos      75
de la buena cristiandad
y de tal condición eran
los que iban con Marcial
y para llenar su panza
feroces van a atacar                  80
y el buen Marcial, con tristeza
ve los sus fijos faltar.
Pero no pierde el aplomo
e ingenia treta falaz
y con ella a los ojancos               85
por fin muerte les dará.
En un vallezuelo angosto
sin ningún río caudal
una doncella coloca,
ofrecida con pesar.                     90
Su sangre atrae las bestias,
que husmean su castidad.
Cuando hubo entre aquellos montes
al menos un centenar
Marcial, con un gesto pronto,     95
la orden ya pactada da
y sus hombres desde lo alto
rocas, con celeridad,
y saetas les arrojan.
Nada queda en el lugar,            100
que todos han fenecido.
Los hombres llevan en man
una cabeza cada uno
de algún monstrüo fatal.
Contentas viven las gentes        105
en el seno de Marcial
y los años raudos pasan
y ven solo el medrar;
ya nuestro héroe creció
y es hombre de buena edad.     110
Está de noche en el lecho
cuando ve luz celestial.
Recuerda y salta del estrado
y de hinojos se va hincar
por haber noble visita.              115
Con angélica potestad
pósase San Gabrïel,
arcángel muy principal,
y de esta forma'l habló:
«Ya que tú eres en verdad        120
cristiano y uno muy devoto
has fecho a Nuestra Deidad
siempre muy grande servicio,
solo traído bondad.
Si no lo hubiere mejor,             125
ve y salva la catedral
que en el Castro de la Reina
no se habrá nunca de alzar
si con fuerza de tus brazos
no detienes la maldad               130
que esta noche la acecha».
No esperó el héroe más
ya despierta su mesnada
y lánzanse a cabalgar
por las almas del condado.       135
Alcanza primo Marcial
las altas y fuertes puertas
del muro de la ciudad
de Castro de la Reïna.
La espada enarbola audaz        140
y con galope veloz
se llega a la catedral
que aún solo son cimientos.
Allí halla siervos del mal
y solo a ellos se enfrenta,          145
uno frente a un millar.
Allí álzase con la victoria
más no se le pudo hallar
tal sacrificio se fizo
por nuestras almas salvar.         150
Esto le cuentan los suyos
al obispo al despuntar
el alba por Ablaneda.
Por facer hazaña tal
y ser él hombre tan grande        155
le quieren santificar
y de todo este Condado
en buena hora hacer guardián.
Tal es la estoria que he narrado
sin faltar nada la verdad            160
y si ha sido de su agrado
llenen mi copa y en paz.

Eso cantan los juglares. Claro que las leyendas sobre él probablemente han sido terriblemente exageradas con el paso de los años...

Gracias por leerme. Valmar Cerenor!

5 comentarios:

  1. Ahora sí me dejas decirlo, ¿no? "Me sumo al aplauso"

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  2. Muy bien mi señor,
    mas algún facere por hacer
    e muyeres por mujer
    ha de usted cambiar.

    Buena rima los juglares
    tendrán a bien cantar
    en el Castro de la Reina
    no se ha de olvidar.

    Un saludo :)

    ResponderEliminar
  3. @Rodrigo García Carmona, @Aured, @Nirkhuz: tampoco es pa' tanto.

    @Aras Tremandur: hombre, es que tiene que tener cierto saborcillo arcaico, sino me cargo la sensación pseudomedieval. Y lo de muyeres es porque me encanta cómo suena en asturiano. xD

    ResponderEliminar

Una limosna para la cruzada:

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